Como dijo Aristóteles, el ser humano es un zoon politikon (animal social). No existe libertad absoluta excepto para aquel que pueda vivir sin depender de los demás. Cuanto mayor sea la autonomía económica de una personas, más independencia intelectual tendrá. Por eso los funcionarios están entre los individuos menos independientes en el plano intelectual. No es raro que en inglés se los denomine state servant*, es decir, el sirviente del estado. Muchos funcionarios tras jubilarse se van de la lengua. De sobras es conocido que el imán Abú Hanifa rechazo un puesto de juez a pesar de la insistencia del califa en que sería intelectualmente independiente; pero Abú Hanifa no necesitaba este empleo, ya que era rico.
Al único al que se le permite libertad de pensamiento, fuera de este marco, es al loco, al que no se le reprocha que la ejerza. No se le priva de la libertad de pensamiento a no ser que lo ingresen en una institución para enfermos mentales. No es extraño que se diga: «Toma la sabiduría de las bocas de los locos», porque son los únicos que pueden decir lo que quieran.
Por otra parte, los reyes alertaron sobre el papel de los locos, por eso se creó un personaje especial relacionado con la camarilla real, el loco del rey, cuya función consistía en decir lo que pensaba, sin que recibiera nunca ningún castigo por ello. El rey se dio cuenta de la seriedad de sus formas, a diferencia de los hipócritas y los parásitos. Y si se mira más atrás se ve que ese papel lo desempeñaban los profetas, los poetas o los sacerdotes; su función era advertir a la comunidad y, por lo general, se los consideraba locos. En el Corán se establece que Mahoma es el sello de los profetas, es decir, el último, de tal manera que se impone un sistema de obediencia ciega. A pesar de eso en la tradición árabe aparecen los idiotas y los locos. Los más famosos fueron Bahlul (que era un jurista y se hacía pasar por loco) y Abú Nuwas, que era un poeta sin pelos en la lengua, y alfaquí también.
En nuestro mundo árabe e islámico tenemos una gran necesidad de crear personajes que tengan el papel del loco y les permitamos decir todo lo que quieran en cuestiones de religión y política sin ningún castigo; se trata de que alerten a la sociedad y a la política de las injusticias sociales dominantes, y establezcan un pensamiento creativo, a fin de que se despierten los talentos, devastados por el miedo a la ira de los religiosos y de los políticos. Pero seguro que los «expertos en la queja», según denominación del fallecido Faray Fuda, no permitirán bajo ningún concepto la aparición de personajes como estos, para que no contaminen el ambiente. No es de extrañar que hayamos visto al actor Adel Imam condenado a prisión por insultar al islam. Así como el poeta Ahmad Fuad, que ha sido amenazado con la cárcel por ultrajar la religión. Hoy en día Túnez, donde los salafistas amenazan de muerte a los artistas, nos recuerda a la Inquisición.
En mi edición cronológica del Corán, se indican las diferentes lecturas, copias, copistas, del Libro, así como las fuentes judías y cristianas; y en la introducción, que explica que el autor del Corán es un rabino y no es palabra de Dios, como afirman los jurisconsultos musulmanes. Quizá sea un ataque de locura, pero es esencial para cambiar nuestra sociedad, basada en mitos desde hace catorce siglos. Esta edición, que pone los conceptos del revés, se puede descargar de forma gratuita desde este enlace: <https://www.sami-aldeeb.com/articles/view.php?id=315&action=arabic>.
* Aunque el término más frecuente en inglés es ‘civil servant’, este es el término que aparece en el texto original árabe.
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